Mensaje de Cuaresma para toda la diócesis

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Mensaje para la cuaresma del Obispo de Lomas de Zamora
Mons. Jorge R. Lugones S.J.

“Este es el tiempo propicio, este es el día de la salvación” (2Cor. 6,2)

Querida Comunidad Lomense:
Cuaresma es tiempo de gracia. Por eso el apóstol nos llama la atención: como un tiempo propicio, es decir favorable. Y la Iglesia cada año al comenzar el tiempo cuaresmal nos exhorta con este texto. Tiempo favorable para la oración, meditación de la pasión del Señor, el ayuno y la atención a los necesitados. Tiempo favorable que se ofrece a todo cristiano en el camino de preparación para la Pascua. Camino que invita a pedir la gracia y a poner los medios para salir de nuestro egoísmo, cerrazón, postración, indiferencia y desesperanza.
En cuaresma sobre todo escuchamos la palabra conversión, que implica una atención especial a mi testimonio de vida, si vivo los valores del evangelio, si desde el discernimiento, a la luz de la palabra de Dios, me dejo corregir por el Señor, y me propongo vivir el mandamiento del amor.
El ayuno es un medio, pero un medio excelente para pedir la virtud de la caridad. Pero debemos estar atentos para que no sea algo externo aunque riguroso como lo entendían los fariseos; una interpretación externa de la ley, lo dice Jesús en el Evangelio: “Cuando ayunen no hagan como los hipócritas, que desfiguran la cara para mostrar a todos que ayunan. Les aseguro que ya recibieron su recompensa… porque no son los hombres los que deben darse cuenta de que tú ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”(Mt. 6,16 ss.).
El ayuno material (beber y comer) nos hace estar atentos para dar lo material al que no lo tiene. Es una práctica muy antigua en la iglesia para pedir perdón por nuestros pecados o para alcanzar alguna gracia del Señor. El ayuno espiritual es unir al otro ayuno, lo que nos cuesta para vencernos a nosotros mismos: el ayuno de los sentidos: palabra, miradas, tacto, de lo que no deberíamos escuchar. Tanto las palabras ociosas, como el ayuno de la murmuración o de la difamación, el ayuno de los juicios apresurados, el ayuno de los sentidos: miradas, escucha de lo que no nos ayuda, deleites, conversaciones; y el tacto, que podríamos traducir por: acortar las distancias de la indiferencia, acercarnos bien a los demás, tender la mano,” hacer el bien sin mirar a quien…” El ayuno entonces es un medio agradable a Dios, para alcanzar de El, la interior ley de la caridad.
El magisterio eclesial nos recuerda que aunque lograra mejorar factores sociales o políticos importantes, cualquier resultado sería efímero sin la caridad. La misma posibilidad de darse a los demás es un don y procede de la gracia de Dios.

Tiempo de dialogar con Dios: la paz del corazón
La oración nos abre a Dios. Dialogar con el Señor implica darme un tiempo para Dios, aún en la falta de tiempo y en las mil ocupaciones… Hacerme un tiempo para escuchar su Palabra, con quietud, con atención, y desde esta escucha poder dejar que el corazón se derrame ante el Señor, como se derramó el perfume sobre los pies de Jesús. Animarnos a esa actitud del espíritu que es un ponerse a los pies de Jesús, ponerse a tiro de Dios, y dejar entonces que ese encuentro nos haga más hijos, más necesitados, más hermanos.
El encuentro con Jesús y su Evangelio nos conduce a la paz del corazón. No es una paz eterna, ni inocente, es una paz que debemos pedir y cuidar: “porque el espíritu esta presto, pero la carne es débil”. Es una paz en la lucha contra la tentación, y sabiéndonos acompañados, contenidos y cuidados por el Señor..

Tiempo de dialogar en familia: la paz en familia
No es fácil la convivencia familiar, no es fácil no sentirme con todos los derechos en casa, aún cumpliendo mis deberes, la convivencia familiar requiere esa cuota extra de comprensión, silencio, respeto y sufrimiento que son, con la gracia de Dios, imprescindibles para la paz familiar. Es fácil el reclamo, el reto desmedido, la impaciencia, la indiferencia, el cada uno haga lo que quiera, o el portazo; pero cuánto nos cuesta valorar al otro, animar, poner limite con cariño, cuidar del más débil, crecer en la generosidad, en la paciencia y en la tolerancia.
La oración en familia nos atrae la bendición de Dios, la comunión. La comunión siempre se verá amenazada por la tentación de la división, es la estrategia tan antigua y tan nueva del maligno. La familia que se une a la Palabra no puede quedar indiferente, o cercada en sus faltas de perdón, la familia que se abre a la escucha de Dios, descubre caminos nuevos y distintos para el diálogo, es decir para vivir la comunión.

Tiempo de dialogo en la comunidad: la paz social
En la pasada navidad invitaba al encuentro, al diálogo, y al trabajo en común de todos los sectores y actores de nuestra comunidad. Queremos poner nuestra prioridad en los adolescentes y jóvenes, especialmente en una franja muy grande que no se acerca a nuestras parroquias y vive sin contención. Porque en los tiempos difíciles abunda el miedo, la tristeza y el desaliento. Entonces se multiplica la violencia. La violencia es signo de oscurecimiento de la verdad, del olvido de la justicia, de la pérdida del amor[1].
Tomar conciencia como adultos, frente a los tiempos dolorosos que viven tantos adolescentes y jóvenes. Hoy el dialogo con los jóvenes nos exige bajar al llano, salir de nuestra comunidad, para descubrir sus lugares, sus códigos, sus horarios, su interés.
Los obispos decíamos que: Conocer los valores no es suficiente para reconstruir la Nación. De hecho, no siempre cumplen la ley los que mejor la conocen. Es más quienes conocemos y predicamos los valores del Evangelio no siempre los encarnamos en nuestro compromiso social. Si la labor educativa de la sociedad y de la Iglesia no pudo hacer surgir una Patria más digna es porque no ha logrado que los valores se encarnen en compromisos cotidianos[2].
Jesús en el Evangelio nos recuerda que es del interior del corazón del hombre es de donde sale la maldad, pero también Jesús vibró con un corazón humano, tiene tanto que enseñarnos sobre la bondad, la ternura, la sencillez, la cercanía y el amor de su Corazón.
Pido a todos mis hermanas y hermanos en Cristo, en este “tiempo de gracia”, su apertura al diálogo, oración, ofrecimiento de las obras de misericordia y penitencia, por este servicio que la Iglesia diocesana esta dispuesta a ofrendar: “hacernos cargo de esta prioridad”.
La Madre de Dios que camina el via crucis junto a su pueblo, nos ponga con su Hijo y nos alcance de Dios el consuelo, la esperanza y el respeto mutuo para escuchar, contener, acompañar, haciendo camino con nuestros adolescentes y jóvenes, muchos de ellos ya sin la esperanza de la Pascua .
Con mi bendición

[1] Pironio Card., Meditación para tiempos difíciles.
[2]“ CEA. La Nación que queremos.” 28-9-02.

eclesia.info